A la carretera, a Sevilla, a Barbate, a Cádiz. Y vuelta.
Al mismo grupo, o al nuevo, un día y el siguiente, una semana y otra, un mes que se convierte en un año.
Un cambio de peso y de colonia.
Semana Santa o verano.
El cuerpo girando alrededor de la mente, necesito un revulsivo.
Los telediarios a veces ya me aburren, están como los veranos: son siempre el mismo repetido.
El problema está fuera pero la solución dentro.
No quiero ganar sino ganarme. Y la única forma de ganarme es volverme a encontrar (conmigo).
Necesito vivir para seguir escribiendo.
No es oro todo lo que reluce, pero si reluce algo me lo estoy perdiendo, ya sea oro, mirra o chocolate.
Tengo que salir ahí fuera, debe haber un chiringuito abierto con poca gente, necesito café en los bares, el humo y las terrazas. Mi sobrino sigue creciendo y ya me gana jugando a la Wii.
Las explicaciones sobran, si las doy no las entienden y si las entienden no las aceptan. Creen que soy un número de su propiedad, otro favorito de su agenda, que siempre tengo que estar ahí, entre la admiración y la puñalada.
Los últimos versos del Capitán a mi manera.